Cuando el NO sale del alma


27/8/2007

Muchos de los que hoy decimos NO al TLC, no tenemos reparo alguno en el libre comercio, no tememos a la competencia extranjera y confiamos en la fortaleza interna de los ticos y en el gran punto a favor que esa fuerza marca cuando tenemos que medirnos con hermanos de otros países, en el campo que sea. No somos particularmente amantes de la música trova o seguidores de las ideas de Lenin o algún otro ideólogo del comunismo ruso. Nos fascina comprar en el Hipermás o en el Automercado, porque ahí encontramos productos de todo el mundo, la mayor parte ni los necesitamos, pero disfrutamos del placer capitalista por excelencia, comprar. No tenemos idea de lo que significa hacer una “pinta” en una pared o en la calle, aunque siempre tenemos mejores ideas para rayar nuestras ciudades que las eternas frases estampadas a fuerza de spray y premuras. Ni siquiera tenemos una opinión favorable sobre don Albino Vargas o don Fabio Cháves, aunque no por ello los califiquemos como enviados modernos de Lucifer, tal y como nos lo quiere presentar un sector importante de la prensa, así como no aborrecemos a los Estados Unidos ni a sus habitantes, aunque no por ello nos sumemos al respaldo de Pacheco a la Invasión de Iraq.


Lo cierto es que, lejos de esa odiosa caricatura de la que hemos sido objeto por parte de la campaña de don Alfredo Volio, Doña Alicia Fournier y compañía, somos costarricenses como otros cualquiera, que disfrutamos del fútbol nacional, aunque siempre tengamos quejas al respecto, que disfrutamos como nadie más de las novelas televisadas, aunque solo lo comentamos con nuestro círculo más cercano. Juramos ser ciudadanos libres del Siglo XXI, amantes de la naturaleza, defensores de la vida, seguidores de la última tecnología y eruditos renacentistas capaces de opinar sobre cualquier tema por el que nos pregunten, aunque jamás hayamos oído hablar de él antes, pero en el fondo seguimos manteniendo un ‘machismo residente’ que no nos lo ha podido arrancar ni Gloria Valerín con sus leyes de vanguardia; no desaprovechamos oportunidad de sacar nuestro vehículo aunque sea para ir a la pulpería a comprar el pan, sin importarnos el gasto en la factura petrolera, o aun peor en la factura ambiental del cambio climático y por si fuera poco, cada vez que conocemos por la prensa de un crimen atroz en contra de un niño o una niña, pensamos con profunda seriedad, que la pena de muerte debería habilitarse para algunos casos… esos somos, tenemos muchos defectos pero también muchas virtudes, siendo la principal ese entrañable sentimiento de verdadera hermandad que sentimos por nuestros compatriotas, sin importar su origen, su posición social, su raza o su credo religioso.

Es ese sentimiento el que nos hace decirle NO al TLC, porque más allá de los ‘malles miamenses’ que nos ha prometido el Ministro de Comercio Exterior, o de los automóviles Mercedes Benz y motocicletas BMW que nos ha prometido nuestro laureado Presidente de la República, lo cierto es que en el fondo, sabemos que cuando alguien se toma el tiempo de destinar tantos miles de millones de colones en campañas mediáticas para convencernos de que nos está regalando la pomada canaria, a cambio solo de un escuálido sí, pues nos entra esa malicia indígena tan sabiamente heredada de nuestros ancestros y que con tanta oportunidad utilizamos los costarricenses en el momento justo.

Hoy muchos decimos que NO al TLC, porque por mucho que quieran disfrazarlo, esto no es un tratado de libre comercio, es una herramienta jurídica, fabricada mayormente en el país, para cambiar de un plomazo el modelo de desarrollo que tenemos, desnaturalizando al Estado de Derecho actual, por medio de golpes y amarras, que aunque no se publican abiertamente en el texto del tratado, si son evidentes al estudiarlo como un instrumento completo. Y no es que la realidad que tenemos hoy en día sea la mejor y no debiera cambiarse nunca, pero si un grupo de la sociedad costarricense desea es dirigir nuestro país hacia un nuevo rumbo, cambiando las bases sociales solidarias que nos han hecho lo que somos hoy, este cambio debe hacerse abiertamente, de cara a la ciudadanía, permitiendo una amplia discusión que posibilite determinar lo que la gente realmente quiere para sí misma y para las futuras generaciones, pero no escudándose en un “tratado de aplicación inevitable” y atemorizando a la ciudadanía con el “coco” que nos comerá si le decimos que no a los Estados Unidos rechazando el TLC para meternos gato por liebre.


En nombre de todos estos costarricenses, que como yo abjuramos de la caricatura que se ha querido hacer de nosotros, manifiesto hoy que mi NO es profundo, es conciente pero emotivo, y más que del corazón, proviene del alma, del profundo convencimiento de que Costa Rica no debe permitir que se le engañe de forma tan burda, y que merecemos que se nos tome en cuenta en la decisión de cambiar el modelo de país que hoy tenemos. Por eso, NO al TLC.


Publicado en La Prensa Libre del 29 de agosto del 2007.


http://www.prensalibre.co.cr/2007/agosto/29/opinion04.php



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