
7/9/2007
Hola machilla preciosa,
Esto lo escribo para vos, aunque no creo que nunca me atreva a enviártelo.
Me he decidido a escribirlo, porque es de esos sentimientos que se atoran en la garganta y que si no lo sacas, te ahogan y te secan hasta que te matan. Y la verdad es que, vos lo sabés muy bien, yo no encuentro una mejor forma de desatorar mis embrollos emocionales que escribiendo.
Te recuerdo siempre como aquella niña preciosa, con deseos de conocer y reconocer al mundo de una sola mirada, con ganas de entender y con la suficiente madurez, aun a la corta edad en que te conocí, para entenderlo.
Cuando algún día en tu departamento en la Calzada de Guadalupe te vi leyendo un libro de Anthony de Mello, supe que no eras una niña cualquiera. Cuando me recomendaste leer "La princesa que creía en los cuentos de hadas" yo menosprecié tu recomendación pensando, uy es solo un librillo de cuentos infantiles como todos, al final la princesa se casa con el príncipe azul y vive feliz para siempre, pero en uno de los peores momentos de mi vida, el libro llegó a mis manos y me cambió totalmente la forma de ver los problemas por los que pasaba. Como te agradecí por ser esa consejera espiritual de 8 años.
Y en aquel viaje a México en que nos fuimos a conocer la ciudad, y vos me serviste de guía turística... que emoción, nunca volví a ver al DF como en aquella tarde. Testigo de ello es la foto que me tomaste en la cima de la Torre Latinoamericana, que talvez es la mejor foto que nadie nunca me ha tomado.
Lo mismo me pasó aquella vez en que yo traté de devolverte el favor en la ciudad de San José, y caminando en el Parque de La Sabana, utilicé por lo menos dos rollos de película tomándote fotos, que hermosa, graciosa e inocente te veías junto a las esculturas del parque, sobre todo entre los huesos de la ballena de Verita Picado...
Cuando te vi hace unos meses me di cuenta de que ya no sos la niña que idealicé por años, ahora sos una mujer hecha y derecha, que ha crecido como un ser humano maravilloso, por la guía de tu maravillosa madre, pero sobre todo por tu propia luz interior, que te ha marcado desde que naciste como un Ser Sol.
Como quise siempre tener la oportunidad de adoptarte y enorgullecerme de una hija maravillosa como vos, y la verdad es que dentro de mi corazón si te adopté, sabes, siempre te he visto como una parte de mí, como si fuera la tal costilla esa que dicen que le arrancaron a Adán, y aunque no tengo hijos propios, creo que eso es lo que debe sentir un papá cuando ve por primera vez a su hijo recién nacido y lo toma entre sus brazos, debe sentirlo como una parte de si mismo, una muy adentro de su propio cuerpo. Porque debes saber que aunque siempre se jura que esos lazos solo existen entre la mamá y su bebé, eso no es cierto.
Solo me resta decirte, desde el fondo de mi corazón, en donde resides, que te amo Stephie, te amo como la hija que nunca tuve, te amo como la hija que probablemente nunca tendré, te amo profundamente como el padre postizo y desconocido que he sido siempre, porque aunque no hemos mantenido contacto frecuente, siempre me has acompañado, siempre has estado conmigo, en mis mejores y en mis peores momentos. Y esa luz que llevas y que impactó mi vida para siempre, es la que me mueve a agradecerte, desde la distancia, en silencio, sin que lo sepas, por existir y por haberme regalado tantos momentos maravillosos.
Stephie, que la vida te bendiga enormemente, como lo mereces, como está escrito para vos.
Te amo hija mía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario