Feliz Yule a todos...



Saturno (Saturnus), hijo del Cielo (Coelus) y de la Tierra (Tellus), en la mitología romana, concentró a las deidades anteriores al panteón romano, que regían la agricultura y las cosechas, en los mitos de los primeros pobladores de la región, probablemente heredados de sus antecesores y de la idea déica egipcia de Renenutet. Posteriormente, se le asignaron características que lo hicieron asimilar al dios griego Cronos.

Precisamente estas funciones primigenias de potenciador de la agricultura y protector de las cosechas, hicieron que en su honor, se celebraran anualmente las Saturnales (Saturnalia), que eran festividades llenas de vino y de alimentos, en abundancia, para celebrar las bendiciones del año pasado y augurar la prosperidad en el año venidero.

Su inicio se da el 17 de diciembre, día de honor del dios Saturno, y concluye con el solsticio de invierno, que en este año será el 21 de diciembre. El solsticio de invierno simbolizaba el fin de un ciclo y el inicio de uno con un nuevo sol, con nuevas esperanzas, con grandes expectativas.

Por su parte, las tradiciones escandinavas, tan diferentes de las romanas, coincidían en esta fecha en la celebración del fin de la siembra y los augurios de prosperidad para las venideras cosechas. Su fiesta se llamaba Yule, y básicamente se reunían en torno a un tronco ardiente, que persidía las festividades de una semana, que concluían con el solsticio de invierno, fecha en que se esparcían sobre los campos, las cenizas del tronco quemado.

En este tiempo había mucho por qué celebrar. Concluían las labores de siembra, las arduas faenas en el campo, y los hombres y las mujeres necesitaban creer que esas semillas dejadas en las entrañas de la tierra, les bendecirían con abundantes cosechas, para comer, para vender y para guardar, de forma que en el siguiente invierno, no pasaran necesidades. Con los rústicos medios y tecnología con que contaba la humanidad a principios de la era cristiana, no es de extrañar que todos esperaran por un milagro y este en particular, se lo encargaban a Saturno.

Una de las características más llamativas de las saturnales, era que en las ciudades, los grandes señores, para hacer alarde de su poder económico, hacían regalos, extraordinarios a quienes tenían más que ellos, suntuosos a sus iguales, abundantes a otros ciudadanos. Igualmente premiaban a sus servidores y esclavos, a quienes, dependiendo de los intereses de los señores, regalaban objetos y sobre todo telas, les liberaban de los trabajos de un día, o en el caso de los esclavos, les daban doble ración de alimentos.

El cristianismo se topó con dos situaciones complicadas en la Roma decadente que dio pie al nacimiento de la Iglesia de Roma: las Saturnales estaban tan arraigadas en el pueblo, que no pudieron proscribirlas, y existía un culto muy extendido en el reino de oriente hacia Zoroastro, de hecho, el judaísmo se vio impregnado fuertemente de esta religión revelada y consecuentemente, el cristianismo se nutrió filosóficamente de sus principios, y tomando en cuenta que la fiesta dedicada a Zoroastro, como dios solar que era, se celebraba el 25 de diciembre, se fijó esa como la fecha del nacimiento de Jesús y con ello, se "inauguró" la navidad, como las festividades previas al nacimiento de Cristo, retomando y oficializando las costumbres paganas, tales como el árbol decorado, la cena de navidad, los regalos, etc.

Así, nuestra celebración de navidad, es en realidad un crisol cultural, en el que honramos a tantos seres humanos que, al igual que nosotros, esperaban un mejor futuro para si mismos y para los suyos. Sus plegarias, o sus gemidos de placer, en pos de la deidad en la que fijaban sus mejores sueños, son tan válidas hoy como ayer, y, como las nuestras, son gritos hacia nuestros adentros, para despertar esas energías que aun no hemos sacado y que pueden significar la diferencia entre éxito y fracaso en nuestros proyectos venideros.

Por eso hoy, que da inicio la fiesta de Yule, la Saturnalia, o la navidad, no dejemos de creer, en nosotros mismos y en todos juntos como humanidad.

El próximo año, tendremos un mejor año que el actual. Por ahora, celebremos lo vivido y atesoremos las experiencias acumuladas, con cariño y con fe, en que nos han convertido en mejores seres humanos.

FELIZ YULE A TODOS.

¡Qué desilusión, don José Manuel!



Hace cuatro años tuve el desliz intelectual de creer en su discurso, de dejarme embobar por sus palabras, por sus ideas y por sus proyectos. Hace cuatro años tomé el lapicero en la urna electoral y marqué la casilla con su fotografía... le di mi voto.

Que desilusión me he llevado desde entonces.

Todo lo que habló, todo lo que dijo, lo que propuso, lo que ofreció, todo se quedó guardado en el mismo estañón en el que los Arias tienen escondida su conciencia.

Verle plegado al bloque oficialista para aprobar las leyes del TLC, los proyectos oficialistas (sin importar arte ni parte) o dando su apoyo irrestricto a don Francisco Antonio Pacheco para que se entronizara en el puesto de Presidente Legislativo, fue espantoso.

Sus actuaciones solo han dejado un pésimo sabor de boca en mí.

Pero justo cuando creí que ya esa pesadilla había terminado; justo cuando tras verle traicionar al Partido Unión Nacional, no reparó en coqueteos con el Partido Unidad Social Cristiana, para al final postrarse a los pies de Liberación Nacional... sale con esta triste despedida a su desafortunado paso por la Asamblea Legislativa... vota por Ofelia Taitelbaum para el puesto de Defensora de los Habitantes, y aun peor, de forma cobarde no lo acepta públicamente, cuando es evidente que usted fue uno de los siete diputados que facilitaron la atroz acción de ayer.

Don José Manuel, quién mejor que usted, que ya ocupó ese importante cargo, para saber que ahí se requiere de alguien con suficiente independencia política y carácter, para poder funcionar como el contrapeso al poder formal del Estado. ¿Qué independencia ofrece doña Ofelia? ¿Qué empatía tendrá con los mas necesitados, para quienes la Defensoría es casi su tabla de salvación ante las oleadas de la realidad en que viven? ¿Cuál será su posición cuando los Arias la llamen para dictarle línea?

Realmente lamentable don José Manuel, que al final, la entereza moral y solidez ética de don Mario Echandi, no hiciera mella en su propio carácter. Lamentable que al final, usted solo es como otros tantos, que no se sonrojan actuando en clara contraposición a sus palabras. Lamentable que desperdiciara mi voto, creyéndole a alguien como usted.

¡Qué desilusión, don José Manuel!

Rodrigo, no te murás


Estos días me han dado un vuelco al corazón, don Rodrigo Carazo Odio, está grave en el hospital, luchando contra la adversidad luego de severos procedimientos quirúrgicos que buscaban corregir algunos problemas en su corazón.

¡Ay ese corazón grande! ¡Ay ese corazón que tanto ha amado a esta Patria! ¡Ay ese corazón lleno de comprensión y de paciencia para con sus compatriotas, que no siempre han sabido valorarle!

Ese corazón hoy le tiene al borde de la vida... no de la muerte, porque una persona tan enorme como don Rodrigo, jamás morirá.

Pero hoy quiero pedirle, a la distancia, a través de las ondas mágicas que nos unen como seres humanos, que por favor, ¡no te mueras!

No porque sería darle un gusto inmerecido a alguien de quien vos has sido el mayor de los críticos, permitiéndole presidir tu funeral de Estado y convertirlo en otro show más para su propio ego.

No porque en plena campaña electoral, en un proceso en el que el pueblo está comiendo basura mediática y requiere de la sabiduría de estadistas como vos y si te vas, nos privarías de ese mensaje.

No porque tanta gente que te quiere, tu familia, tus amigos y quienes solo hemos sido admiradores de tu inteligencia, de tu entereza y de tu carácter por tanto tiempo, nos sentiremos profundamente tristes por tu partida.

Te pido que no te vayas aun, porque el hueco que dejarías en el corazón de la Patria, sería enorme.

Desde 1978, cuando a mis 8 años de edad te conocí, no he dejado de apreciarte. Y por tantos años de amor a la distancia, Don Rodrigo, te envío mis mejores energías y mi ferviente deseo de que superes también esta lucha, como tantas otras has vencido en tu vida. Estamos esperándote aquí afuera.