El mejor regalo para mamá



En vísperas del Día de la Madre, muchos estarán en carreras, de tienda en tienda, buscando el mejor traje, la crema anti-edad más apropiada, la gargantilla que más se ajuste a la realidad de la billetera, o talvez las flores que expresen de la mejor forma, mi sentimiento hacia la mujer más importante en la vida de cualquier ser humano sobre el planeta: nuestra madre.


Otros buscarán en cambio aprovechar las ofertas de los grandes almacenes de electrodomésticos, para proveer a mamá de mejores herramientas, para facilitar su vida diaria: la lavadora de tanque horizontal que ahorra electricidad, la plancha de última tecnología que mata todas las arrugas, o la aspiradora con sistema de vapor que no deja partícula de polvo sin vaporizar por donde pasa.


La forma como vemos a nuestra madre, define para nuestra vida diaria, la forma en que vemos a todas las mujeres del mundo. La psicología ha encontrado la relación intrínseca entre esta visión infantil que creamos de la mujer, y los modelos mentales que empleamos luego, de adultos, para generar relaciones interpersonales con quienes comparten su mismo género.


Es así como, quienes aun ven – o recuerdan – en sus madres, a una suerte de “colaboradora del hogar”; que siempre arregló mi cama, tenía mi ropa limpia, aplanchada y ordenada en mi armario; recogió todo lo que yo iba dejando botado por la casa, para ponerlo en su lugar; me cocinó los más ricos platillos, manteniéndolos a la temperatura perfecta para que yo, sin importar la hora a la que llegara, los recibiera, servidos de su propia mano, como recién salidos del horno; en fin, alguien que siempre está disponible para atender oficios que probablemente yo no hago bien o no me gusta realizar, son incapaces de verse a si mismas (en el caso de las mujeres), o de ver a las mujeres en general, como más que eso, empleadas domésticas a tiempo completo y sin paga.


Se que a muchos les parecerá extremista esta generalización de los modelos mentales que rigen primordialmente nuestras relaciones con la mujer, pero es increíble ver hoy en día, entre nuestros amigos o familiares, entre nuestros compañeros de trabajo o nuestros vecinos, personas que consideran normal y adecuado que la mujer que sale a trabajar a diario, lo haga porque ahora es necesario colaborar con la manutención del hogar. Por eso, ese trabajo no la exime de sus responsabilidades en la casa: los oficios domésticos, la tutoría escolar de sus hijos, etc. Existen tantas personas que son incapaces de pensar en que la mujer trabaja para realizarse profesionalmente y con ello desarrollar una parte importante de su personalidad y de su esencia como ser humano, que uno se asusta. Existen tantas personas, incluidas mujeres, que consideran irracional tan siquiera cuestionarse si las taras del hogar deben distribuirse equitativamente entre todos los miembros de la familia, de acuerdo a sus propias posibilidades, sin importar si son hombres o mujeres, que uno de verdad se pregunta qué está pasando.


De este modelo mental que convierte a la mujer en un objeto, es terrible y lamentablemente sencillo cruzar al umbral de la violencia y asumir un rol en círculos de violencia doméstica. No me refiero necesariamente a la violencia física, que existe y que con tristeza debemos admitir que es mucho más común de lo que estamos dispuestos a reconocer, sino a todos los demás tipos de violencia, más sutiles, menos ruidosos, que no dejan marcas tan visibles y que también carcomen el seno de las familias y con ello de toda la sociedad costarricense.


La violencia patrimonial, por la que todas las posesiones de la familia están a nombre del “hombre de la casa” y es él quien toma las decisiones sobre el tema, sin importar las consideraciones el resto de la familia, es generalizada. En algunos casos, este tipo de violencia llega al extremo de que las mujeres de la familia que trabajan, ceden sus salarios íntegros a un fondo administrado por el “jefe de hogar”, quien lo distribuye a su antojo, sin considerar para ello las necesidades o deseos de quienes lo ganaron. Hay mujeres que admiten recibir solo el dinero necesario para llegar a sus trabajos y regresar a sus casas, asumiendo como lógico o evidente, que no son capaces de administrar su propio dinero.


Y ni que hablar de la violencia psicológica, por la que se hace creer a las mujeres, a punta de frases violentas y llenas de veneno, que son seres inferiores que no merecen ser tratados como iguales, que su destino es tener hijos, criarlos y atender las necesidades de sus parejas, y que su trabajo no merece reconocimiento porque es parte de sus obligaciones naturales, por haber nacido mujer.


Yo se que cuando se leen estas cosas, uno tiende a espantarse y a pensar ¿dónde sucede esto, que barbaridad? Pero esa reacción es un recurso barato para no admitir la realidad de que, en mayor o en menor medida, estas relaciones enfermizas me afectan a mi directamente, sea como víctima de la discriminación y la violencia, o como agresor y ejecutor de estos modelos erróneos, o que gente a mi alrededor, muy cercana, padece estas pesadillas en su vida diaria.


El mayor problema es que, mientras no tomemos conciencia de lo común que es convertir a la mujer en un objeto, ya no digamos sexual – tarea que la publicidad no deja de practicar a diario, solo basta ver pasquines como La Teja para comprobarlo – sino de muchos otros tipos, empleada, servidora, criadora de hijos, etc., nunca superaremos el modelo que, a veces de forma inconsciente, rige nuestras acciones, las de hombres y las de mujeres, porque el modelo que hemos aprendido de que la mujer es un ser inferior, nos afecta indistintamente de nuestro género.


Es por eso que hoy, quiero proponerles, con todo respeto y cariño, hacerle el mejor regalo a nuestras madres, no importa si están con nosotros o ya nos ven desde el Cielo, es un regalo de amor, por una mujer que desde que nacimos marcó nuestras vidas: revisemos la forma en que vemos a las mujeres, revisemos lo que creemos y sentimos de ellas, si les asignamos papeles o roles dentro de nuestras vidas, sin considerarlas como seres humanos íntegros, con deseos, aspiraciones y proyectos de vida. Revisemos si, cuando llegamos a nuestras casas, asumimos sin pensarlo mucho, que nos corresponde de inmediato asumir el rol de empleada doméstica, o en el caso de los hombres, nos sentamos a ver televisión, asumiendo que las mujeres de la casa se encargarán de lo demás. Revisemos los modelos que estamos inculcando en nuestros hijos, lo que le estamos enseñando como válido, los roles que ellos ven asumir a su mamá y a su papá.


Regalemos a nuestras madres, nuestro respeto y admiración por la mujer, por ellas, nuestras mamás, y por todas las demás mujeres en nuestras vidas, ustedes mismas si son mujeres. Regalémonos a nosotros mismos en este Dia de la Madre, un cambio sincero de actitud frente a la mujer en la sociedad y en nuestra vida. No mas menosprecio o discriminación, no mas paradigmas patriarcales que impidan ver a las mujeres como compañeras de vida. Si tienes problemas de violencia de algún tipo, regálate ayuda, busca quien te apoye para superar ese círculo y darte respeto o respetar.


Hagamos el regalo más grande a nuestras mamás, regalémosle amor de verdad, amor manifestado en el respeto y en la aceptación de que la mujer es un ser humano valioso, que no tiene por qué encasillarse en ningún rol, ni convertirse en ningún objeto que se acomode a mis necesidades. Amor puro y verdadero.


Feliz día de las madres a todos y a todas.