Rodolfo estaría cumpliendo hoy cincuenta y un años de vida.
Se oye fácil, pero atravesar medio siglo de vida, de experiencias, de
decepciones, de amores, de pérdidas, de alegrías y de sueños, necesariamente
deja surcos en tu alma.
Pero él llegó tan fresco y lleno de vida, que sólo eso demuestra lo
bien que lidió con los avatares de más de dieciocho mil días sobre este mundo.
Cada vez que le recuerdo, solo viene a mi mente esa viveza, esa chispa
con la que interpretaba su realidad. Era
una persona alegre, comprometida, solidaria y siempre dispuesta a dar el paso
adelante.
Como trabajador se entregaba de lleno, no le arrugaba la cara a lo que
le pusieran a hacer, fuera su trabajo de mensajería o colaborando como chofer o
en la cocina, atendiendo reuniones:
siempre se esmeraba por hacerlo con calidad, con alegría y con
excelencia. Y no contento con brindar un
buen servicio a los demás, estaba atento a las posibilidades de mejora de los
procesos en que intervenía, buscando la forma crecer, de servir mejor, de
atender mejor a sus clientes, a nosotros, a su familia del Banco.
Como ser humano era un ser excepcional, que no se dejaba vencer por las
limitaciones de la vida, a la que respondía tirándose de lleno a vivirla. Le encantaba viajar y la oportunidad de ver
tanto mundo, le ayudó a formar un carácter abierto y atento. Nunca ponía un pero si ocupabas ayuda e
incluso, cuando andaba de tiendas, otra de sus grandes aficiones, y encontraba
algún artículo a buen precio que te podía servir, te llamaba de inmediato para
que aprovecharas la oportunidad. A sus
amigos nos llevaba en el corazón, tal como él definitivamente está en el
nuestro.
Frente a un ser humano que ha dejado esa huella enorme en las vidas de
quienes tuvimos el privilegio de compartir con él, no puede uno entristecerse,
no le haría honor a una vida tan luminosa.
Es necesario celebrar la vida, la suya y la que compartimos
juntos; la nuestra que aún nos acompaña
un trecho más y la de todos los que en algún momento se cruzaron por su camino,
celebrarla de verdad, sin dejos de tristeza, felices por haber tenido el honor
de conocer a un ser humano como él.
Celebremos con alegría: viviendo
cada día de forma plena; atreviéndonos a
soñar y a arriesgarnos a perseguir esos sueños;
disfrutando de la gente que, a nuestro alrededor, nos brinda amor y
nosotros lo correspondemos; aprendiendo
de todo lo que llega a nosotros a diario, en el trabajo, en la playa, en un
viaje, siempre absorbiendo el jugo de la vida de cada experiencia; permaneciendo prestos a poner nuestro hombro
al lado de quien lo requiere, sin exigir porqués ni gracias, solo por el placer
de ayudar al otro.
Celebremos rescatando para nosotros la maravillosa forma de vivir de
Rodolfo. Estoy seguro de que él estará complacido
de vernos disfrutar de la vida, como él supo hacerlo.