Respuesta a Helkemeyer


6/10/2007

Solo diciendo la verdad, seremos libres.

Con su artículo “Consecuencias de un NO: solo produciendo bienes de mayor valor agregado podemos mejorar”, publicado en La Nación el pasado 5 de setiembre, doña Patricia Rodríguez Hölkemeyer planteó una serie de vaticinios para profetizar el futuro de Costa Rica si no se ratifica el TLC. Como resulta evidente que su bola de cristal la tiene empañada, voy a aclarar los mitos y las medias verdades con los que ella nos quiso vender un panorama sombrío.

Menciona en su artículo doña Patricia que el rechazo del TLC traerá al país una desviación automática de comercio e inversión. Sin embargo, la realidad económica ha demostrado que la Inversión Extranjera Directa (IED) que deseamos para el país, la de empleos decentes y bien remunerados, no ve en el TLC un elemento determinante como para trasladarse a otros países. Ello sin mencionar que el mayor aumento de IED en los próximos 10 años lo generará el sector turismo, que con o sin TLC ya ha anunciado una inversión superior a los US$2.500 millones en varios proyectos de la costa pacífica.

Luego sugiere doña Patricia que los países asiáticos están en medio de “una carrera por realizar TLC entre ellos por el horror de quedarse por fuera de la red de países que tienen tales acuerdos en todo el mundo”. En realidad, desde mucho antes que en occidente se pusieran de moda los tratados comerciales, los mercados asiáticos ya contaban con desarrollados sistemas de unión y apertura económica.

Precisamente, el despegue económico de los cinco tigres asiáticos estuvo basado en la implementación de estrategias regionales comunes para explotar sus ventajas competitivas y de esa forma potenciar sus mercados internos y presionar el acceso de sus productos a los mercados de otras economías.

Con respecto a la idea de que el mercado europeo dejará de invertir en Costa Rica porque no tenemos TLC, es necesario aclarar que la negociación con Europa no tiene ningún ligamen con el tratado y, como al menos la ética europea existe, eso nos garantizará que en un eventual tratado comercial con ellos, sus intenciones se remitan a la negociación de relaciones bilaterales de índole comercial y no a la velada intención de controlar los medios, los recursos y la gente, para ponerlos a disposición de sus transnacionales. Más aún, con 10 años de tratado de México con Estados Unidos, si las empresas europeas privilegiaran la desgravación arancelaria para ingresar al mercado norteamericano, hace rato hubieran aprovechado el NAFTA para anticipar sus inversiones, sin esperar a hacerlo en una zona que, con excepción de Costa Rica, es sensiblemente inestable.

Insinúa también doña Patricia que sin el TLC la APEC le cerrará las puertas al país, porque esa organización solo admite a países con fronteras abiertas al capital y el comercio. No obstante, la APEC tiene una lista de espera enorme y nuestro país no ha sido admitido porque está “en cola”, por lo que ligar esto a la aprobación o no del TLC no tiene ningún fundamento, salvo que se quieran ver fantasmas donde no los hay. Por ejemplo, Perú es miembro de APEC y no solo se ubica por debajo de Costa Rica en la lista de los países con menos barreras para el comercio libre, sino que hasta ahora está negociando su TLC con Estados Unidos. Además, mientras que Costa Rica mantiene un Índice de Apertura Económica del 80%, Estados Unidos no supera ni el 20%. Entonces, ¿cuál país está más comprometido con las relaciones económicas internacionales?

Las siguientes son otras tres de las sentencias con las que doña Patricia intenta alimentar el miedo en los costarricenses para forzar su decisión. Detrás de cada una también nos dejó oculta la verdad:

1. "Habrá que competir con EE.UU. en los mercados de Centroamérica, República Dominicana, Chile, Panamá y, eventualmente, Perú y Colombia." En realidad, actualmente el país exporta a Centroamérica una importante variedad de artículos en los que, incluso, es más competitivo que Estados Unidos. De hecho, muchos de los productos se exportan también a México y en ese mercado también se compite abiertamente con Estados Unidos en electrodomésticos, llantas y medicinas, entre otros.

2. "Habrá que competir con EE. UU. también en los mercados con los que tiene TLC (o tendrá en el futuro) en Asia y otras regiones." Ya competimos con Estados Unidos en mercados con los que ese país tiene tratados, como Chile y México. Llevamos un año compitiendo con Estados Unidos en una Centroamérica con TLC y nuestra economía sigue creciendo sin novedad.

3. "Para competir eficientemente en esos mercados (y en el de EE. UU., en el caso de que no nos renueven las preferencias arancelarias que vencen en el 2008, pues a Colombia y Perú se las renovaron por tiempo limitado hasta que se apruebe su TLC en EE. UU.), los trabajadores costarricenses tendrán que ser más productivos." Para ser más productivos no requerimos contar con este TLC. Sobre el temor a perder las preferencias arancelarias de la ICC, hay que aclarar que lo único que vence en ese instrumento es la parte relativa a textiles y atún, que por cierto está en proceso de renovación y no existe razón alguna para impedir su renovación.

Como ha sido explicado reiteradamente en diversos foros, el futuro de los textiles no depende de lo que pase con el TLC. Sencillamente, cuando China inunde el mercado textil de Estados Unidos nuestros productores no van a poder competir. Este no es un tema de aranceles, es un asunto de costos y competir contra trabajadores que ganan menos de US$1.00 diario es imposible. Para citar un ejemplo, México perdió entre el 2000 y el 2005 cerca de 287.000 empleos en su sector textil, de los cuales 199.000 se dedicaban a producir para el mercado externo.

La economía costarricense se abrió al mundo hace muchos años y en la actualidad el país goza de una economía abierta que comercia con muchos países, además de Estados Unidos. Asimismo, la UNCTAD ha señalado que el despegue de nuestros países al desarrollo solo es viable por medio de los instrumentos de comercio internacional libre, en el marco de la OMC, de la verdadera globalización, no de este tratado en particular, que nada tiene de libre y reduce a comercio todo que potencialmente puede significar una utilidad mercantilista.

Rechazar el TLC con Estados Unidos, en las condiciones en que actualmente está redactado, no significa que no vayamos a negociar uno en el futuro y, sobre todo, no nos excluye del mundo globalizado del que ya participamos exitosamente; esto no es un asunto de globalización o aislamiento, puesto que con o sin TLC Costa Rica seguirá siendo una nación integrada al comercio libre internacional a través de los acuerdos de la OMC.

Decirle no al TLC no significa que nos estemos enemistando con Estados Unidos, ni ellos nos están cerrando las puertas como ha querido hacernos creer el señor Presidente de la República.

Además, las relaciones con china nos vienen a ofrecer una cobertura comercial importante, por cuanto ahora ese enorme mercado se abre con grandes posibilidades para colocar nuestro volumen exportable.

También es ingenuo pensar a estas alturas del siglo XXI que “la posibilidad de consumir productos importados baratos” por sí sola mejora el nivel de vida de los ciudadanos, a menos que se tenga en mente solo a las clases de ingresos más altos que si pueden pagar por los productos en el mercado, porque nada gana el costarricense medio con que se inunde el mercado de productos importados, cuando por sus limitadas condiciones de vida será un mero espectador de la prosperidad económica de los que más tienen.

Por otro lado, no tiene sentido afirmar que los países que dedican recursos a la producción agrícola están condenados a la pobreza, cuando Estados Unidos –la primera potencia económica del mundo-, además de que es líder mundial en la producción alimentaria, considera la protección de esa actividad un asunto de seguridad nacional.

Pretender el desmantelamiento de la infraestructura agrícola nacional encierra el peligro de tener que depender de proveedores externos para suplir necesidades esenciales que no se puede postergar, como resulta ser la alimentación diaria. Dentro de ese contexto, queda latente la posibilidad de que los productos que importamos aumenten de precio abruptamente en el futuro, cuando nosotros ya no tengamos la capacidad instalada para producirlos localmente, generando con ello graves consecuencias sociales para los que menos tienen.

El mismo Papa Ratzinger mencionó en estos días en su homilía dominical urbe et orbe, que el capitalismo no es la única vía para el desarrollo y tampoco es el único sistema económico válido. Decir que la única opción que tiene el país para no volverse pobre es cambiar nuestro actual modelo de desarrollo, para entregar la soberanía económica, es temerario. Nuestro país ha sido exitoso con el modelo económico solidario actual, prueba de ello son nuestros índices de desarrollo humano comparables con los de países desarrollados.

La ansiedad que ahora existe por aprobar un TLC con Estados Unidos hace recordar la farsa de José María Figueres con la deuda interna y su cuento de que en 10 años la deuda acabaría con el país; claro, a menos que vendiéramos cuanto antes las playas y las frecuencias radioeléctricas.

Lo cierto es que el coco de la deuda interna no era tal y, con solo orden y propósito, el país hoy no tiene en su deuda interna una amenaza. Y lo mejor de todo es que aún conservamos los activos cuya venta se anunciaba como impostergable.

La lección que nos dejan las cartas astrales de doña Patricia es que un cambio tan importante como el que se pretende no se puede dar al tenor del miedo infundado; eso sería garantía de que tomaremos la peor decisión.

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