Paguémosle con la misma moneda


6/10/2007

Si de algo me enorgullezco es de ejercer la tolerancia, tratar, en la medida de mis posibilidades personales, de comprender a mi prójimo, aun y sobre todo, cuando no comparto su forma de pensar, decir o actuar. No siempre es fácil, pero me he comprometido conmigo mismo a hacer mi mejor esfuerzo.

A pesar de ello, en las últimas semanas mis posibilidades han sido abrumadas por el Periódico La Nación.

Durante meses, casi años, he soportado con disciplina, la línea editorial del rotativo tibaseño, y me he esforzado por entender los puntos de vista no solo de los editoriales, sino de las columnas y otros artículos de opinión, que me han querido engañar con respecto a las supuestas bondades del mal llamado "tratado de libre comercio" entre los Estados Unidos de Norteamérica, Centroamérica y República Dominicana. Al principio la famosa página 15 albergaba esbozos filosóficos y dialécticos de quienes no compartían la opinión de los dueños del medio, siempre en un número y dimensiones menores que los adeptos del diario, pero al menos existían. Pero lamentablemente, en los últimos meses, la arremetida ideológica del Periódico La Nación contra todos los costarricenses que osamos pensar diferente a ellos ha sido descomunal.

Aun lo hubiese entendido si sus páginas de opinión se plagaran de editoriales, porque de alguna forma, esa parte de un periódico es muy sensible a las condiciones personales de su editor o coordinador, y no hace falta explicar mucho cuando se sabe que el espacio de opinión de La Nación es coordinado por uno de los seres humanos más intolerantes en este Planeta: don Julio Rodríguez.

Lo que ya ha sido intolerable, es que el bloque noticioso del periódico, que supuestamente es elaborado, corregido y dirigido por profesionales del periodismo, con un compromiso ético mínimo como para garantizar que las noticias lleguen lo más transparentes que sea posible al lector, desde hace semanas viene siendo manoseado y a veces incluso tergiversado alevosamente, para decir lo que no es y para mostrar lo que no existe.

He tenido este malestar por semanas, desde que la campaña del referéndum se ha encrudecido y los adalides del SI han entrado en desesperación al comprobar que su campaña mediática de desinformación no está teniendo mayor resultado, pero durante todo este tiempo, me he preguntado a mi mismo ¿cómo es posible que no se pueda hacer nada contra medios que compromenten su línea ética de una forma tan descarada como La Nación? Y precisamente como todo lo que uno necesita, llegó a mis oídos una sugerencia de una partidaria del NO que respondió mis inquietudes: lo que se merece por la forma soez y descarada con la que ha tratado de engañar al pueblo costarricense, no volvamos a comprar el periódico La Nación, ni los otros diarios del grupo, Al Día y La Teja. Cancelemos las suscripciones y no le demos un cinco más a este grupo económico que lo único que busca es imponer, a como de lugar, su forma de ver las cosas, sin importar sin con ello atropellan los principios más sagrados de la comunicación colectiva ética y del periodismo constructivo y profesional que debería privar en Costa Rica.

Que conste que no estoy pidiendo que no se lea a La Nación, que al enemigo no hay que quitarle el ojo de encima, pero para ello, podemos acudir al sitio web de ese medio y así enterarnos de las últimas formas de engaño que se urden en Llorente, para prepararnos y aclarar a quienes conocemos sobre la realidad y evidenciar las mentiras “nacionescas”.

Un colón más, proveniente de mi bolsillo, no verá el Periódico La Nación.

Los invito a hacer su propia valoración y si comparten mis conclusiones, a sumarse a este llamado al castigo de quienes nos han querido ver la cara de imbéciles.

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