Cuando el lobo asoma sus fauces

29/8/2006

¡Qué curiosa es la naturaleza humana!

Durante muchos años padecí el peso terrible del mal carácter. Y no es que ahora mi carácter sea una maravilla, pero al menos he aprendido el impresionante arte de la tolerancia y eso me ayuda a no dejarme asaltar por lo que Daniel Goleman llama "asaltos emocionales".

Hoy en una reunión, tuve la oportunidad de ver a un querido amigo como fue presa inocente y dispuesta de la ira. Lo peor no fue el arranque furioso en el que mordió a cuanta presa tuvo a mano, sino que horas después, aun se encontraba tan molesto, que no tenía ningún control de lo que decía, seguía ofendiendo a quien tuviera cerca, sin ninguna razón más que el gusto por la ira, esa hambre de emociones que tiene más que ver con las adicciones psicotrópicas que causas naturales.

Recuerdo bien cuando compartía ese mal, que aunque sabia me hacía mucho daño, no solo por los muchos problemas que me ocasionaba con la gente que me rodeaba, sino por el daño directo a mi cuerpo físico, produciéndome gastritis, colitis y toditis las enfermitis que terminan en itis.

Para superar el gusto por la ira, no hay recetas mágicas. Es indispensable que avancemos más en nuestro conocimiento interno, es decir en nuestro autoconocimiento, para que podamos identificar con claridad los disparadores de lo que nos provoca arranques de enojo. Luego de esto es cuestión de encontrar un mecanismo con el cual poner controles a esos disparadores, antes de que el enojo crezca y se convierta en ataque violento.

Es imprescindible que busquemos el control de nuestras emociones, porque como se dice por ahí, cual caballos salvajes, quieren desbocarse y tomar el rumbo de su preferencia, cuando no deberían ser más que facilitadores de nuestras relaciones con los demás y con nosotros mismos, y por lo tanto, deberían estar a nuestro servicio y no viceversa.

A quien requiera ayuda, búsquela, lo importante es no complacernos con el mal carácter. No es una cuestión irreversible y no existe justificación para que no trabajemos en su solución.

Saludos a todos esos lobos que van por ahí, mordiendo a cuanto cristiano se les acerca.

Este San Bernardo los comprende y los quiere.

Niebla

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