Perdiendo la fe en la justicia


3/10/2008

Hace unos días tuve la lamentable experiencia de escuchar al Presidente de la Corte Suprema de Justicia, don Luis Paulino Mora, decir a viva voz y me atrevo a pensar que hasta con orgullo, que la ética no es necesaria para aplicar justicia.

Talvez el pilar fundamental de toda sociedad democrática es el Poder Judicial. Uno como ciudadano puede aguantar que los presidentes sean un hatajo de mentirosos y fanfarrones que se aprovechan de las grandes mayorías para ubicarse en un puesto que les permita accionar desde el Estado con la intención de entregar los recursos de todos a sus propios y particulares negocios privados. Puede uno soportar también que los diputados que prometieron representarnos casi haciendo un pacto de sangre y fuego con el pueblo, al final, en el mejor de los casos, siguen el ejemplo del Presidente, para llenar sus propias buchacas con favores y prebendas del Estado al que desguasan... pero lo que si es insoportable, es que la Institución que ha sido pensada para escuchar nuestros reclamos y más allá de cualquier posición personal, de beneficio subjetivo y solo pensando en el respeto a la ley, al Ser Humano y a la Sociedad deje sus principios de lado para someterse ante el poder político o económico, sin ética, sin valores, sin respeto alguno por el Estado y la Sociedad que los justifica.

Que el mismo Presidente de nuestra Corte nos diga que la ética para él es solo un artículo suntuario que al final adorna una de las repisas de su enorme oficina pero que no tiene cabida en el momento en que toma decisiones como jerarca máximo de la justicia costarricense, eso es no solo inaceptable sino que es muy doloroso.

Nos dice a viva voz lo mal que andamos como sociedad, lo mal que lo hemos hecho como ciudadanos, porque hemos permitido que una Institución insigne y emblemática como esta se convierta en un cajón de ropa sucia de intereses políticos que nada tienen que ver con la ética pública y mucho menos con la justicia.

A don Luis Paulino, solo nos queda recomendarle darse una vuelta por el Parque de su natal Puriscal, para ver si aquellos aires de campo, del campo con el que fue criado, le recuerdan el tezón y la rectitud con que sus padres le criaron, tal vez un socollón en las escaleras de la vieja Iglesia Puriscaleña, le hagan sacudirse de tantos malos bichos que se le han encaramado...

Es solo una recomendación...

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