Matemática energética

30/9/2008

Esta va por mi maestra...
... a quien respeto y admiro
... y a quien espero encontrarme
en una próxima vida,
... cuando no sea tan estúpido.

Claro que el problema de las carencias emocionales que se "pasean" en nuestras relaciones afectivas tiene una forma muy fácil de verlas, y es a través de las relaciones energéticas.

Nuestro cuerpo requiere de un sutil y delicado equilibrio para funcionar. Un equilibrio entre los ácidos y los alcalinos, entre el calor y el frío y entre la actividad y el descanso en su parte física evidente. Pero en la parte no visible, la parte de las energías emocionales, ese equilibrio es aun más frágil. Se requiere contar con las energías necesarias para equilibrar el amor y el miedo en cada una de las facetas de nuestra vida.

Hasta aquí todo va bien, suena sencillo ¿verdad? El verdadero problema es que nuestro analfabetismo emocional nos impide encontrar dentro de nosotros las fuerzas necesarias para crear el equilibrio que buscamos y ahí es donde empieza la debacle.

Desde niños, aprendemos mañas, vicios y maromas autodestructivas para manejar nuestros vacíos energéticos. Cuando buscábamos hasta donde llegaban los límites de nuestras posibilidades de manipulación, nuestros padres, tan analfabetas como nosotros, no sabían como educarnos con firmeza sin hacernos daño, así que una de dos, o sacaban el garrote y lo lamentaban primero nuestras nalgas y luego nuestras futuras relaciones personales, o utilizaban el liberalismo emocional absoluto y nos daban cualquier capricho que se nos ocurriera, con lo que nuestros huecos emocionales siguieron creciendo.

Cuando nos sentimos solos y no sabemos que hacer, y probablemente hasta nos dan ataques de ansiedad (en mayor o menor medida, dependiendo del tamaño del hueco), porque seguramente nos quedaremos solos para siempre, y nunca encontraremos alguien que nos quiera y nos valores y quien sabe cuantas animaladas más, lo que hacemos es cargar negativamente un hueco en nuestra batería emocional, que atrae cual imán a alguien que llene el hueco, así que tarde o temprano encontraremos alguien que tiene el hueco inverso al nuestro, que no sabe como vivir sin abrumar de compañía al otro y nos caerá como anillo al dedo. Que engaño. Lo cierto es que al final seremos dos seres humanos con enormes huecos, haciéndose cada vez más grandes. Y como estamos abusando cual vampiros, de la energía de la otra persona, en algún momento eso encenderá nuestras alertas o las del otro, hasta que la cosa explote y se de la separación, que más que el alejamiento del otro, lo que hace es dejarnos un vacío enorme, más grande que el inicial, que nos urgirá aun más llenar de la forma que sea y al costo que sea y así caeremos en un círculo vicioso inagotable en el que cada vez caeremos más profundamente en la mecánica de las ataduras emocionales.

Estos huecos son aun peores cuando tenemos carencias referentes a relaciones enfermizas, como círculos de violencia, en los que indistintamente asumiremos los roles de agresor o de víctimas, dependiendo del hueco que nos duela en ese momento, y seguiremos haciéndonos daño.

Pero esto no es interminable, al menos no si nosotros queremos ponerle un alto. Claro, como cuando queremos bajar de peso, no hay recetas fáciles. Tenemos que darnos la oportunidad de conocernos, de identificar cuando estamos con un hueco emocional fosforescente que está pidiendo atención y tenemos que trabajar sobre esa necesidad y determinar la mejor forma de resolverla, de satisfacerla con nuestros propios recursos.

Conforme avancemos en este trabajo con nosotros mismos, empezaremos a independizarnos de las ataduras emocionales, de las relaciones enfermizas, de los descalabros emocionales que tanto daño nos hacen, para empezar a unirnos a la libertad y al amor que son la garantía última de armonía en nuestra vida emotiva.

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