Bendita agua


9/9/2008

Durante los últimos meses, sobre todo a raíz de la crisis del acueducto de Sardinal, se ha traído para arriba y para abajo el tema del agua y de su importancia para el país.

Ya con el referendum para el TLC, el oceanógrafo Guillermo Quirós nos advirtió del enorme agujero que existe en nuestra Constitución Política con respecto a nuestro mar territorial y zonas marítimas de uso exclusivo frente a las probables demandas que puedan venir a futuro.

Y dejémonos de cosas, cuando los gobiernos como el de Estados Unidos se convencen de que necesitan algo, solo van y lo toman, no les importa quien fuera su anterior dueño, o el daño que puedan causar a otros, su única preocupación son ellos mismos. Algunos países tienen la oportunidad de que se les permita entregar sus riquezas por las buenas, otros sencillamente caen bajo el peso de la Seguridad Nacional y no les queda más remedio que juntar luego los pedazos.

Las afirmaciones de Condolezza Rice en Libia casi de pellisquín de nalga con Muhamar Kaddafi, de que Estados Unidos no tiene enemigos pemanentes, cuando hace unos años, su gobierno envió varios aviones de guerra a bombardear el mismo palacio en el que ella se encontraba, con el fin de matarlo, asesinando en esa ocasión a uno de sus hijos, sencillamente te hielan la sangre. No es que sea una sorpresa. Irak fue amigo de los gringos cuando su pleito era con Irán, Afganistán lo era cuando su pleito era con la Unión Soviética, el problema es en qué momento pasaremos a la lista de países endemoniados que atentan contra la seguridad del imperio americano.

En algún momento en que las presas que buscaban las milicias del norte eran el petroleo y los recursos minerales, sentí algo de seguridad, creí que nuestro país, tan pequeño y tan poco dotado de recursos de ese tipo, no sería nunca apetecible para el gran tiburón de las rayas y las estrellas, pero actualmente, y con la inminente crisis del agua en el mundo, ya no estoy tan tranquilo.

Lo peor es que no se que es peor, si aceptar que gobernantes como Arias, libres de remordimientos y ansiosos de perseguir montañas de dinero, entreguen de buena gana nuestros tesoros a intereses foráneos, como ya de alguna forma lo hacen, o que ejércitos extranjeros mancillen nuestras tierras y lastimen a nuestros hermanos para llevárselo por la fuerza, porque en las condiciones en que el mundo de hoy está organizado, pareciera que no hay otra opción.

Recuerdo hace muchos años cuando la televisión nos mostraba a un joven que protestaba en la plaza de Tiananmen en Pekín, parándose frente a un tanque de guerra, que al final tuvo la compasión de no aplastarlo sino que se detuvo. Lo recuerdo porque me permite comparar con los actuales depredadores imperiales. Ellos no tienen misericordia, no la conocen, si hubiese sido uno de sus tanques, aquel joven estaría literalmente untado sobre el pavimento de la plaza.

Ojalá y logremos de alguna forma generar un cambio de conciencia en el mundo para poner un alto a esta solapada complacencia de los países poderosos hacia las acciones imperialistas de algunas potencias mundiales. Debemos gritar ya que se detenga esta depredación y que se respete la naturaleza humana. Estamos en el siglo XXI, no es posible que sigamos como en las épocas de Roma o de otros tantos imperios que imponían su voluntad, por la razón o por la fuerza como tristemente recuerda el escudo chileno.

Ojalá y mañana amanezca nuevamente apreciando y disfrutando de las maravillas que mi país me brinda, sin tener que llorar como las perdimos por corrupción, por desidia o por la opresión de extraños.

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