La inconsecuencia de ser consecuentes

28/9/2008

Que difícil nos es ser consecuentes entre nuestros pensamientos y nuestros actos, entre nuestros actos y otros actos nuestros. Es como si una línea invisible nos marcara una división insalvable que nos impide conciliar ambas partes de la ecuación.

Talvez la inconsistencia por excelencia es el matrimonio. El día de la boda juramos ante Dios y ante los prsentes amar al cónyugue para toda la vida, sin que nada, tan solo la muerte, separe ese vínculo, pero desde antes ya tenemos claro cual es el mejor abogado para divorcios, o hemos calculado cual sería la pérdida patrimonial que tendríamos si nos separamos y en realidad no le sumamos compromiso a ese vínculo, solo estamos ahí por diversos motores externos que en realidad no eran desde un inicio lo que nos debió motivar a hacer esas promesas.

Si tenemos un buen trabajo, juramos que es el trabajo de nuestras vidas, a todos les decimos la entrega con la que nos enfretamos a las labores diarias, porque nos llena lo que hacemos, pero cuando revisamos en el fondo que es lo que hacemos, sabemos dentro de nosotros mismos que no estamos dando todo lo que podríamos, porque sabemos que nadie podría pagar tanto esfuerzo y nadie reconocería que soy el non plus ultra de la oficina y como no voy a tener fama ni dinero de por medio, pues es mejor dejar el asunto por la paz y seguir pretendiendo que soy feliz ahí, haciendo mediocremente lo que podría hacer de otra forma.

Nos fascina decirle a la gente cuanto la queremos, lo importentes que son en nuestras vidas, todo lo difícil que sería vivir sin ellos, pero ante cualquier estupidez, por mínima que sea que haga la otra persona, estamos más que dispuestos a dejarlos en el congelador, como si fuera una novela que ya me aburrió y mejor la dejo de ver unos meses hasta que se ponga más interesante.

Y con los hijos, ni se diga, queremos que hagan todo lo que nosotros no hacemos. Esto es especialmente preocupante con la religión. A pesar de que nosotros mismos no estamos convencidos de las obligaciones religiosas y probablemente ni siquiera practicamos los preceptos religiosos que se nos demandan, mandamos a la criaturita a que reciba tres años de catecismo donde se les dice a los niños que deben ir a misa porque en la misa se alimenta el alma... y mis papás no van a misa nunca, solo cuando los obligan o cuando hay un evento matrimonial o defuncional... como se baja eso en la mente de un niño que aun no entendía lo que era la hipocresía, y digo entendía, porque después de la primera comunión si algo aprendieron es a ser inconsecuentes, es como si les hubieramos pagado una maestría en ello.

Es difícil ser consecuentes. Tal vez sea inconsecuente pensar que la consecuencia sea algo posible para los seres humanos, tal vez es una cualidad que nos está negada... talvez.

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