Humo por realidad
18/5/2008
Que buenos que somos para consumir humo: de los cigarros – propios y extraños –, de los vehículos en la calle, de las quemas en el patio de la casa… pero el peor es el que nos tragamos a modo de postre etimológico, para engañarnos a nosotros mismos y hacernos creer que tenemos ideas en la cabeza, cuando lo cierto es que tanta basura consumida solo nos ha dejado humo, dando vueltas, golpeando las neuronas, haciéndonos creer que pensamos y que lo hacemos reflexivamente… ¡vaya engaño!
Lo que pasa es que no podemos culpar a la sociedad, o a los políticos, por nuestra debilidad tan arraigada de consumo de estupideces. Si los diputados presididos por el señor Nuñez hacen una competencia diaria en la Asamblea Legislativa para demostrar quien tiene el cerebro más atrofiado, y las hemorragias berborreicas que expulsan por sus bocas llegan hasta nosotros por el pasquín ese de Tibás, o por el emporio erigido en torno a la avaricia en La Uruca, al final es nuestra decisión (y de nadie más), habilitar los accesos sensoriales a nuestro cerebro y además validar semejante basura intelectual como ideas y razonamientos dignos de nuestra credibilidad. Nadie más que nosotros puede culparse por tanta imbecilidad.
Y es que hay que ver las cosas que nos recetan a diario desde esos dos remedos de medios de comunicación. Es pavoroso el número de imprecisiones, tergiversaciones y mentiras descaradas que se urden en esas salas de redacción – más semejantes a estados mayores de algún ejército – para distorsionar la realidad y hacernos creer en realidades alternas que faciliten sus acciones egoístas y aprovechadas en contra de todos.
Con lo bien demostrada que está la efectividad del miedo como instrumento de adoctrinamiento, utilizado durante siglos por los grupos usurpadores de los derechos intrínsecos del ser humano y que el señor Bush de Texas ha llevado a la siniestra perfección, y nosotros íbamos a creer que nuestros maravillosos dirigentes políticos se iban a abstener de usarlos… una cajita blanca envuelta barras y estrellas para el pueblo de Costa Rica.
La utilización del miedo como arma de batalla de estos grupúsculos insaciables ha sido tan descarada que ni siquiera les importó que su trama novelera fuera expuesta en los medios al revelarse el famoso memorandum de los delfines de la dictadura, a mediados del año pasado.
Y tan descarada es nuestra indiferencia, que a pesar de conocer las verdaderas intenciones de todos estos saqueadores de la riqueza de los costarricenses, seguimos cayendo en sus juegos, creyendo sus mentiras y reaccionando cuando – interpretando el papel que más disfrutan, el de titiriteros – jalan hilos invisibles para que nos movamos en la dirección que a ellos les interesa.
Sus capitales monetarios y de fechorías, seguirán en franco engorde si el pueblo no le pone un alto a su actitud depredadora.
Que no nos asusten sus gritos y sus amenazas, que a falta de ideas no se puede esperar otra cosa.
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